Era el soporte para la escritura egipcia, elaborado a través del material que se extrae de una planta acuática llamada junco palustre de la familia de las ciperáceas (cyperus papyrus), cuyo tallo tiene una sección triangular y puede alcanzar hasta 8 metros de altura. Presenta la peculiaridad (que fue decisiva para entender el valor que alcanzó en el mundo antiguo), de que se producción quedó limitada a muy pocos lugares de la cuenca del Mediterráneo.
Otro aspecto interesante de esta planta es que florece solo en verano y tiene usos múltiples y utilidades. De hecho, el tallo de la planta es carnoso y proporciona un alimento nutritivo rico en fécula. Por no hablar de su utilidad para múltiples aspectos de la vida cotidiana en la confección de ropa, cestos, cuerdas, calzados, embarcaciones, entre otros. Su raíz, en un país semidesértico como Egipto, era utilizada como leña e incluso la medicina egipcia había sacado un admirable provecho de las ventajas curativas que se obtenían de utilizar tiras de papiro como vendajes, su tallo triturado como ungüento y sus cenizas como remedio cauterizante.
Esta situación, que ya se daba en tiempo de los faraones, fue explotada por los reyes helenísticos que dominaron Egipto y que vieron con claridad el poder que se derivaba del control de la producción del papiro. La utilización del papiro fue prácticamente universal hasta finales del siglo III, cuando empezó a ser sustituido por el pergamino.
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